lunes, 26 de agosto de 2013

3. Y al final, a Manuelito le tumbaron la casa

Se la tumbaron, pero logramos que le dieran al menos unos ladrillitos y un cemento para que se hiciera otra. También logramos correr la fecha del 6 de marzo y ayudamos a que resistiera las infamias. Luego nos relajamos y lo despojaron. Ganaron. 2 millones de pesos que le quedaron de pagar, todavía se los deben. 

Esto fue escrito en febrero y qué relevancia cobra ahora, 5 meses después.


Febrero de 2013.

A Manuelito, en la vereda El Llano, le van a tumbar la casa. Hoy ha recibido la orden de demolición por parte de la Casa de Gobierno de Santa Elena.

Desesperado vino a pedirme ayuda, pero yo en realidad no es que pueda hacer mucho, salvo tocar algunas puertas en medios de comunicación y escribirles este correo a ustedes.

Creo que no necesite explicar mucho quién es Manuelito. Al menos, en esta vereda, todo el mundo lo conoce. Es un personaje de ésos que ves todos los días trabajando la tierra. O con una nevera al hombro ayudando en alguna mudanza. O trabajando la albañilería. Muchos de esos trabajos, gratis. Por solidaridad. Porque Manuelito es un tipo muy colaborador. 

Algunos de ustedes mismos, me consta, pueden dar fe de que Manuelito les ha hecho enormes favores sin esperar nada a cambio. 

Pues bien, el próximo 6 de marzoestá determinado oficialmente que la casa de Manuelito sea demolida. 

Manuelito es un campesino honesto, andariego, de 54 años que ha trabajado casi toda su vida, oriundo de Santa Elena, pero que se recorrió el país dándole muchos golpes a la tierra.

Esas raíces de Manuelito en Santa Elena, han hecho que su nombre sea todo un referente geográfico en los límites con Envigado. Manuelito es un tipo con historia. Tuvo una tienda que, sin letrero, hoy es punto de orientación para quien busque o dé un dirección en la zona. A veces, cuando uno se va a montar al bus, abajo en Medellín, escucha a alguien preguntándole al conductor: ´Oiga, ¿pasa por la tienda de Manuelito?´. 

Manuelito, pues, es toda una institución, porque además, el personaje existe. Es una pequeña leyenda local, viva. He visto a turistas preguntar en esa tienda por qué se le llama ´Manuelito´ y, luego, preguntar que qué pasó entonces con Manuelito. 

No es poco hilarante la cara de asombro del turista cuando, de algunas de las mesas, un borrachito con botas Machita y pantalones embarrados, levanta la mano y dice: ´´Yo soy Manuelito¨.

Pues sí, resulta que esa tienda todavía existe, sobrevivió a los embates del tiempo, pero ya no es de Manuelito, es de otras personas. En realidad, Manuelito fue dueño por varios años hasta que le cayó un derrumbe y lo arruinó, según su versión. Algunos lugareños dicen que fue que se la bebió. 

Y es que Manuelito fue un hombre con mucha plata. Entre otras cosas, por su herencia. Su abuelo fue dueño de gran parte de la vereda y le dejó bastantico. Hoy por malos negocios, Manuelito solo tiene un pedazo de tierra, de 12 mts cuadrados, que está tratando de recuperar al lado de la ´Tienda de Manuelito´. Un día reciente, al verse sin un solo peso en la vida y un lugar en el mundo para vivir, decidió que ese pedazo de tierra aún le pertenecía.

El caso es que hasta ahora la ley de ha dado la razón. La última vez que vinieron a desalojar a Manuelito, un abogado que se consiguió de un día para otro, logró argumentar que Manuelito había vendido la tienda solamente y no el pedazo de al lado donde duerme Manuelito bajo un techo de plastico. Luego, a los días, una tutela corroboraría esa defensa y fallaría a favor de Manuelito. No lo pudieron sacar. 

Manuelito me dice, entre nos, que ese espacio era un antiguo camino principal, que los campesinos habían acordado no cercar y dejar sin dueño y que, como hoy el camino ya no existe, él, por el peso de la historia lo siente como propio, pues alega haber visto relacionada esa parte alguna vez en la escrituras de su abuelo. 

En medio de todo, el proceso ha acarreado unos costos millonarios que se le tuvieron que haber pagado a Manuelito por parte de los actuales dueños de la tienda, quienes han perdido varias batallas legales frente a él. 

Sin embargo, la nueva noticia es que el rancho de Manuelito, en la vereda El Llano, será demolido. No se sabe cómo, ni por qué Manuelito ha recibido esta orden tan determinante, si el proceso iba bien.

Hoy, Manuelito todo lo que pide de ayuda, es que alguien le pueda guiar en la consecución de un buen abogado de oficio, para defenderse otra vez. Además, Manuelito también esta muy interesado en que se visibilise bastante el tema, pues sabe que la comunidad siempre lo ha defendido y lo protegerá siempre. Y, al final, Manuelito es tan buena gente, que me dice que lo que más le preocupa es la falta de trabajo.

En Santa Elena la cosa está jodida y todos deberíamos alarmarnos, pues los que más chupan y llevan del bulto en crísis, son los más vulnerables y los más vulnerable en este país, son los que menos deberían serlo: o sea, ni siquiera las mujeres ni los ancianos ni los niños, sino los campesinos.

Por favor, ustedes que conocen gente, ustedes que tienen acceso a un lenguaje y a una formación, ustedes que son buena gente, traten de ayudar a Manuelito que también lo es y mucho. Aparte es un patrimonio cultural de la vereda, que deberíamos rescatar, cerrar filas alrededor de este tipo de personajes.

Hoy un señor que no es de Santa Elena, ni siquiera de Medellín ni siquiera de Antioquia, ha llenado de artilugios el caso para tumbar la casita que Manuelito lleva varios años construyendo. Hoy, un corregidor, autoridad que debería ponerse del lado de los mas débiles, con malos tratos le ha dicho a Manuelito verbalmente que se vaya, que busque otro lugar. Según Manuelito, le dijo que ´ya lo tenía investigado todo´.

Por favor, recomendémosle un buen abogado de oficio a Manuelito. Mostrémosle qué puertas tocar. En su defecto, socializemos bastante esta historia, impriman la crónica, fotocópienla, reenvíenla y repártanla, que Santa Elena nativa sepa el caso y defienda a Manuelito. Que los medios y la opinión pública sepan, que en la vereda El Llano podría ocurrir una injusticia si no la evitamos. Quizás no.

Y si ustedes que son más duchos, saben que en el fondo, el caso de Manuelito está perdido, pues alguien que le de empleo a Manuelito, por favor. Cuando se estaba yendo de mi casa, quiso hacer mucho énfasis que él sabe trabajar muy bien la tierra.

Desde las montañas de Colombia. Vereda, El Llano, jueves 31 de enero de 2012.

jueves, 22 de agosto de 2013

2. Adónde van a parar los videos que se le hacen a P.P.

COMPAREMOS:

 A) Video editado por los supervisores de PP ante la supuesta inconformidad por el video rechazado (corte 1, versión 1.0):







 B) Video rechazado bajo argumentos de unos estudiantes de Comunicación Social - que ni siquiera sabían lo que era una claqueta ni unas barras ni para qué servían - , supuestos supervisores de un proyecto millonario (enésima versión, corte 6.0, luego de cientos de tachaduras institucionales para justificar un contrato) :

YA EN PRÓXIMOS DÍAS, HE DE ENTRAR EN DETALLES SOBRE ESTE CASO.

1. EL DÍA QUE RENUNCIÉ A ´PRESUPUESTO PARTICIPATIVO´


MARZO DEL 2013
Bueno, no del todo. Renuncié a medias, si renunciar a medias es renunciar. Si renunciar es retirarse, callado, no volver. Despegar la nave con piedra, sin decirle a nadie. Renunciar para mis adentros. Llevarme el poema a la muerte, mi secreto. Con putería de la fina, con putería de las cosas que suceden en este país. Irse, y no volver y dejar que la inercia de los buenossiga cobijando el avispamiento de los malos que se venden como buenos y que se comen a todo el mundo de cuento con el discursito de "trabajar por la comunidad".

Fue el pasado 15 de diciembre de 2012. El concejo, citado por la alcaldía de Medellín, estaba programado para las 9 am.

En lo personal, llegué a las 8 y 30 y, aunque desde siempre he conocido, experimentado y practicado la impuntualidad colombiana, en mi vida adulta aprendí a llegar temprano. Aprendí a saltarme el tabú de que en Colombia te inviten a una fiesta a las 9 y que llegues a las 10, 11, 12, 1 am...

Obvio, esto no era una fiesta. Sin saber para qué sirve exactamente mi función como delegado, al menos sentía que lo mínimo que podía empezar haciendo en mi cargo, era llegar a tiempo.

Lo hice y, como era de esperarse, fui el único. Los demás delegados empezaron a llegar a las 9 y 10... 9 y 15… 9 y 30… 10… 11… 12… más o menos.

La reunión era en el colegio de Santa Elena a escasos 10 minutos del parque central y la idea era ambientar el terreno de PP para proyectos priorizados por la comunidad.

De la alcaldía había un par de personas madrugadoras como yo, pero el resto de la delegación empezó a asomar sus narices a eso de las 9: 30.

Todo normal para una reunión estatal, pero esta vez no me quise meter en problemas. Ya en un reciente trabajo como docente de una universidad pública, había conocido lo que es calentar el puesto de trabajo al recalcar las impuntualidades de la cultura.

Bueno, quién soy yo para señalar esa aberración colombiana en todo caso.

Tal vez, si no hubiera vivido en el primer mundo, casi 10 años, hoy seguiría siendo el mismo estudiante irresponsable que llegaba media hora tarde a todas las clases en mi temprana juventud.

Pero no lo soy hoy y solo me resta volver a adaptarme.

Así que me quedé callado. Nunca levanté la mano para hacer una moción de reclamo por la impuntualidad del concejo. No quería que me pasara lo que me pasó en la Universidad de Antioquia por llamarle la atención a mi propio jefe, y colegas, ante sus innumerables llegadas tarde en los concejos de profesores. Estoy re aprendiendo la lección: que en Colombia se llega tarde y es normal. Colombia es el tipo de sociedad en la que se normalizan esas cosas. Es normal el robo, es normal la violencia, es normal las fronteras invisibles en los barrios, es normal la vacuna, la corruptela, el acoso laboral, la explotación a todo nivel...

Así, el concejo de delegados de juntas comunales de Santa Elena, terminó empezando a las 10 y cuarto de la mañana, aquel aciago 15 de diciembre.

Yo estaba muy obsesionado con el tiempo esa mañana, porque había acabado de cancelar un viaje de negocios al Urabá antioqueño, para cumplirle a la comunidad de la vereda que estaba representando. O sea, estaba perdiendo plata y tiempo. Estaba perdiendo el agua y el aire del capitalismo, un sistema que nos rige. Valga la pena siempre recordarlo, porque parece que nuestras instituciones y sus funcionarios parecen estar viviendo en la Rusia comunista de los 60s, a pesar de todo.

Bueno, todo sea por la causa, me dije. Al menos tenía la esperanza de que íbamos a empezar.

10 y 45 de la mañana, estábamos en la lectura de la orden del día. También presentaciones. No menos de 10 representantes de la alcaldía sin ninguna función específica dentro del concejo, excepto supervisar. O sea, dormitar, porque básicamente eso fue lo que hicieron.

11 y 10 de la mañana, ya casi vamos por el último representante para que se presente con nombres, apellidos y cargo completos.

Un momento¡ hay que parar la jornada¡ ``Resulta que no alcanzan los almuerzos``. Hay que contar los asistentes. ``Por favor, enumerarse en voz alta, cada uno``. 1,2,3…

A ciencia cierta, no se supo qué había pasado. Dónde habíamos fallado. En una de las 3 ciudades más innovadoras del mundo, en una de las ciudades más admiradas por el país en cuanto a organización, habíamos hecho una convocatoria abierta para un concejo de delegados, y ahora le estábamos pidiendo disculpas a todos los ciudadanos ocasionales, invitados curiosos, porque de pronto no iba a alcanzar almuerzo para ellos.

Una muchacha muy distinguida se rió a mi lado. Alguien le había mencionado la reunión y había venido por curiosidad cívica, para ambientarse con el entorno, para conocer un poco las dinámicas de los procesos locales, como yo un poco, pero ahora nos estábamos enterando. Ahora le salían con el discurso de un almuerzo. Ella era antropóloga, aunque su pinta era más como de presentadora en un desfile de modas. Ahí tiene su objeto de estudio, pensé cuando me habló de su lugar en el mundo.

11 y 27 de la mañana. Miro el celular. A esa hora podría estar viajando al Urabá, reencontrándome con viejos y entrañables amigos que no había visto en los últimos quince años.

Podría estar cerrando algún trato, intercambiando algunas ideas sobre la industria de la radio, el video, aspectos de la actividad que de verdad me llena y me da para vivir al mismo tiempo. Podría estar volándome un par de horas para ir al mar de Turbo y zamparme un par de whiskys en la playa y un buen pescado fresco, al son de una champeta. Podría estar haciendo planes para rematar el viaje de negocios en Triganá o en Necoclí. Dios, que hago acá, me alcancé a preguntar. Cómo tuve tanto arrojo para cancelar mi viaje.

11 y 30. Pero, bueno, antes de empezar la jornada queremos darles un regalo, dice la moderadora del concejo. ``Una compañera nuestra, con una voz preciosa, quiere darles una serenata``. En ese momento se monta al estrado una mujer minifalduda, sin tener precisamente las piernas de Shakira, y con un sombrerito de Papá Noel. Saluda y anima a los presentes y nos desea feliz navidad y vuelve nos invita a que aplaudamos y ya eso es demasiado para mí. Me levanto de mi silla y me voy afuera a preguntarme cómo soy tan estúpido de atender una convocatoria que no se hace en el marco de ninguna agenda anual, al menos semestral, a todas luces improvisada y con dos días de anticipación, en pleno diciembre, vísperas de navidad, cuando todos estamos cerrando el año laboral y de alguna manera planeando viajes. A qué administración sensata se le ocurren este tipo de chapuzas y a qué vaca del potrero se le ocurre atender su llamado a semejante matadero.

11 y 52. Vuelvo a mirar el reloj del celular. La cantante sigue allí, vociferando. Ha pasado con toda facilidad de la música de peluquería a la trova cubana y luego al rock en español. Mis tripas comienzan a tronar y no precisamente del hambre. En algún momento la serenata termina y nos presentan dizque a un miembro de la junta de acción comunal de otro corregimiento, para que nos hable de sus logros en su carrera como delegado y demás.

Ya, a esta hora, uno deja de mirar el reloj y no sabe si la cosa es en chiste o qué.

El tipo de otro corregimiento empieza cantando. Literalmente cantando, como para ganarse a los locales, el hit del momento: ``…de Santa Elena, de Santa Elena... es que soy de Santa Elena…´´ en tono de música parrandera.

Ante el show del espontáneo típicamente positivista, no soporto más y me vuelvo a salir a tomar aire fresco.

Es demasiado tarde para rehacer mi viaje al Urabá. Voy al parque, me refrigero, doy vueltas por ahí, hago un par de llamadas y cuando vuelvo al colegio, son casi la una, pasadas.

Ya la sesión anda debatiendo lo indebatible. Dizque tratando de priorizar los proyectos en el presupuesto, labor para la cual la alcaldía, meses atrás, había movilizado una infraestructura multimillonaria en unas elecciones donde la comunidad dictaminó la última palabra. Los 5 primeros proyectos, los de la plata, ya estaban definidos. Más o menos eran los obvios: tercera edad, educación, salud, etcétera. Sin embargo, alguien con intereses particulares había metido su mico en el orden del día. Válido. Del nivel de debate y confrontación no voy a hablar. Presupuesto Participativo es un mecanismo democrático que le da poder en cierta medida a un montón de gente sin herramientas conceptuales y sin grado de abstracción para administrar ese poder (lo que a su vez los hace fácilmente manipulables, pasto fácil de avivatos 'trabajando por la comunidad, por vendedores de humo envueltos en hoja de plátano más discursos baratos).

Era lo que había de esperar en cuanto a argumentos. Ya se imaginará el lector. La máquina fotocopiadora de un almacén de esquelas es un portento al lado de lo que teníamos para dilucidar alrededor de la situación corregimental.

Mi objetivo siempre ha sido lanzar la idea de un proyecto de canal comunitario en estos procesos. Ante tal ilusión, aquel día estuve azuzado a cada instante por la antropóloga para que pidiera la palabra y visibilisara el sueño ante el auditorio. Unos cuantos meses atrás, lo había expuesto en mi vereda ante la Junta de Acción Comunal de El Llano y el campesinado había logrado entusiasmarse hasta el punto de elegirme como delegado. Sin embargo, aquel 15 de diciembre me di cuenta de que el Estado no es el camino, en definitiva, para ese tipo de procesos comunicacionales.

Es el siglo 21. La era en la que puedes tener cualquier medio de comunicación vía internet en una santiamén y rentabilizarlo con un poco de empeño que no implica tampoco una gran demanda de tiempo, dinero, lugar o fuerza de trabajo, aunque sí mucha iniciativa.

No nos llamemos a engaños: todo aquel que se gasta una billonada estatal en un medio comunitario convencional, está robando. Hoy, todo medio de comunicación social público debe empezar y terminar en internet. Es una obligación moral del periodismo gubernamental abaratar costos, eliminar el aparataje y crear mano de obra por innovación digital. Obviamente, dicho esto en un plano hipotético.

Estamos en Colombia, por favor. El país del roba roba por excelencia.

Los medios de comunicación, entre más aparatosos, sirven ante todo para que los gobiernos de turno se luzcan, proyectan la idea de democracia participativa y aumenten el potencial propagandístico de la plataforma oficial.

Un medio discreto no le sirve al Estado. Por eso nos encontramos a la topa tolondra con periódicos y canales innecesariamente costosos, a lo largo y ancho del territorio nacional, muchos de ellos, la mayoría, justificando enormes presupuestos administrativos con impactos reales proporcionalmente insignificantes.

En este orden de raciocinio, sentí que toda presencia mía allí, era inútil. Toda esa gente que levantaba la mano y ataba una idea torpe con otra idea más torpe aún, estaba para hacerle el juego a una falacia. Tal vez lo sabían. Tal vez no.

2 de la tarde. Llega la hora del almuerzo. Al final, la antropóloga fashion logra levantarse un ficho y superar la humillación de que el Estado te mendigue un chicharrón y cuatro cucharadas de frijoles con una tazada de arroz, etcétera.

2, 30. Se anuncian la conformación de comisiones de trabajo. Qué bueno. Me alegro. Va a haber productividad. No obstante, ni tanta. Sólo era para apuntarse. El resto de la tarde es para seguir compartiendo experiencias con otros delegados de otros corregimientos.

Miro alrededor. Veo a mis vecinos veredales. Gente buena, gente inocente, gente tan naif como esta crónica.

Gente trabajadora, cuyo objetivo allí es ser parte de algo, sentirse más en comunidad a través de ese plato de almuerzo y del refrigerio de por la tarde y, además, también su objetivo es acaso obtener un poco de ese aprendizaje negado desde el comienzo de los tiempos para los suyos.

Algo les llega a los campesinos tangencialmente, muchos y pocos aportes de esos ejercicios que a mi me parecen tan escueleros.

Toda esa pérdida de tiempo para mí, toda esa paquiderma estatal, de repente cobra algún sentido en esas gentes campesinas que nunca tuvieron una oportunidad de estudio, ni de empleo, ni de nada.

Esas personas son las depositarias de una enorme deuda histórica de un país espoleado, saqueado por unas clases dominantes disfrazadas de librepensamentismo, de izquierda progresista o de derecha moderada, a lo largo de los últimos siglos, hasta el punto de dejar la olla raspada.

Nada le queda a este país, excepto su gente y lo que puedas escribir en un computador con conexión a internet.

Recursos naturales, vendidos. Geopolítica: vendida. Administración pública: vendida. Fuerza laboral: vendida. Patrimonio cultural: vendido. Medios: vendidos.

Lo único que le sobreviene a Colombia es más hambre, más miseria, más sometimiento, más ignorancia para sus buenas gentes que son la mayoría. Los malos, unos pocos, son los que se están comiendo la gran tajada de solomo.

Entonces, entiendo, me doy cuenta de que por encima de la plata que se roban, por encima de los proyectos que se quedan lustros sin ejecutarse, Presupuesto Participativo es una luz de esperanza de vida para esta señora con una pequeña tajada de plátano maduro requemada entre sus dedos, (señora que ha pasado todos sus años arando la tierra, pobre anciana receptáculo de todo el marasmo de exclusión social, política y económica).

Para mi, en lo personal, PP no representa ni el más mínimo aporte ni como ciudadano, ni como profesional ni como habitante de un territorio ni como miembro de una comunidad, si partimos de la lógica de que muchas de las platas en Santa Elena, Medellín, Antioquia, Colombia están perdidas y, por ello, los procesos casi frenados. Hay proyectos de 5 años, y más, sin ejecutarse con muy remotas posibilidades de ver la luz.

Pero lo que en realidad me ha dejado un trauma severo, fue esa primera reunión concejo, consejo, (o como se escriba), en la cual la administración municipal insulta la inteligencia de sus públicos tratándolos como a retardados mentales. Luego de ese día, entendí la reticencia de mucha gente pilosa en el corregimiento a participar en estas cosas: nadie que profese un mínimo de dignidad está dispuesto a que lo sometan, más de una vez, a este tipo de jornadas.

En una época donde las reuniones más eficientes del mundo se libran vía Skype o Google Hangout, una era donde las decisiones más influyentes se han tomado vía Twitter y las revoluciones más determinantes han ocurrido por medio de Facebook, es apenas obvio que al Estado colombiano, ineficiente por excelencia y por principio filosófico y por política de la casa, le interese conservar mecanismos inoperantes.

Cualquiera que haya trabajado con el Estado sabe de primera mano que el principal enemigo de una dependencia pública es un elemento funcional.

Si eres funcionario y haces las cosas bien, ya eres de entrada sospechoso y, si mencionas algo al respecto, olvídate. Lo más seguro es que no cuentes con una renovación del contrato para el próximo año.

En Colombia, con contadas excepciones, si rindes, te hacen el cajón y te declaran persona non grata. Aquí la ley del buen sueldo es: mucho pergamino y pocos resultados.

Tal vez ello explique muchos temas locales, de los cuales no quiero entrar en detalles ni mencionarlos. Pero, igual, el día que pregunté en la primera reunión de PP, por qué la asistencia había sido tan pobre y por qué la convocatoria no tenía un refuerzo como el internet, la respuesta del representante de la alcaldía fue que ´´todavía no les interesaba usar la estrategia del correo electrónico en Santa Elena´´.

O sea: te llamamos a casa y si no estás, si no contestaste, si no hubo nadie para guardarte la razón, si no tienes contestador automático, si prefieres el celular, pues de malas, porque te lo perdiste. Por no ser usuario más del dinosáurico teléfono fijo.

Digamos que esa es mi excusa para ese segundo consejo al que no fui. Argumento liviano, lo sé. Tal vez vaya a un tercero, aunque lo dudo. En el fondo, es que estoy buscando una disculpa para decir que el servicio público no es lo mío. Tal vez en un mundo perfecto, sí. Tal vez en un mundo más organizado.

Pero quién soy yo para pedir organización.

Para evitar ´organización´, tal como la entendemos en Medellín, fue que me vine a vivir a un monte.

Ahora, como siempre, me he enterado de que hubo una reunión de PP, porque alguien me pasó el dato en un bus, lo cual me reafirma lo dicho ante convocatorias cuyo conducto regular sea la fila del bus en la calle Ayacucho, cuando toda mi vida laboral actual se rige vía internet.

Por eso me abro del parche y como dicen los gringos: larga vida a Presupuesto Participativo. Pero allá, lejitos de mi jardín.

Con mis vecinos campesinos, siempre firme.

0. Documental 9.70 de Victoria Solano